Por Sarah Tayara/GICJ

Traducción: Alejandro Fernández

17 de octubre de 2019: El día en que masivas protestas arrancaron al Líbano de décadas de parálisis. El día en que los ciudadanos inundaron las calles del Líbano exigiendo el fin de la corrupción que se ha apoderado del sector público. Un año después, más de un millón de libaneses se unieron para irrumpir por las calles del país, coreando "¡Revolución!" y "Kellon Yaani Kellon", que se traduce como "Todos ellos significa todos ellos" (con respecto a los políticos corruptos). Ha pasado un año desde que los libaneses se levantaron contra los políticos que han estado prosperando con la política sectaria y el nepotismo, disfrutando de lujos a expensas de su gente. Sin embargo, la cruda realidad es que año tras año los libaneses se han hundido en la indigencia, la pobreza y las dificultades, mucho más de lo que jamás hubieran esperado.

Cuando el pueblo del Líbano se unió, exigiendo justicia y un cambio político fundamental, difícilmente podían haber sabido que cada problema contra el que protestaban habría de multiplicarse, arrojándolos más profundamente a un pozo de desesperación. A pesar de sus constantes súplicas, la corrupta élite gobernante que incapacitó a su país, llevándolo al borde del colapso, permanece ilesa. El movimiento del Líbano, a causa de una parálisis socioeconómica, política y humanitaria, no ha podido generar libertad y prosperidad. Más bien, representa la regresión del país a un desorden más profundo de lo que sus ciudadanos podrían haber esperado.

Cuando todo esto se descifra, la situación se vuelve aún más pesimista. Detrás del concepto abstracto de la revolución se encuentra el ciudadano libanés esperanzado, cuyos derechos le han sido arrebatados, uno tras otro, por un gobierno que promueve sus propios intereses. Allí está un ciudadano que soñaba con un futuro mejor pero que se ha sumergido en la oscuridad.

 

La oscuridad en ciernes: el estado libanés en ruinas.

La Revolución de Octubre fue desencadenada inicialmente por un impuesto a WhatsApp. Sin embargo, está claro que esta decisión representó mucho más que un impuesto. Encapsuló toda la dinámica entre el ciudadano y el político libanés. La injusta dinámica en la que los libaneses se vieron obligados a vivir en un país que se desmoronaba entre crecientes tasas de desempleo de más del 40%, el estancamiento económico y la opacidad de una legislación ajena a las necesidades de sus ciudadanos, pero aun así tan transparente a la hora de proteger a la clase dominante de cualquier forma de responsabilidad.

Sin embargo, la respuesta del gobierno a los pedidos de justicia y cambios políticos puso de relieve aún más su inmenso fracaso y las razones fundamentales por las que los libaneses se habían unido. El desmanejo, la mala gestión y la total negligencia del Estado libanés tras las protestas fue sólo representativa de la razón por la que su pueblo se había levantado contra él. Mientras los manifestantes gritaban por el fin de la corrupción y una mayor rendición de cuentas, las fuerzas de seguridad del estado libanés aplicaron una fuerza excesiva sobre la gente para reprimir sus voces. Como esto no los disuadió, se roció a la multitud con gas lacrimógeno.

Pero, ¿cómo podría el estado utilizar gas lacrimógeno para reprimir personas que se habían quedado sin lágrimas?

¿Cómo podrían usar lágrimas para reprimir a las personas que ya habían llorado por la pérdida de sus seres queridos debido a un sistema de salud en ruinas? Personas que habían perdido a sus familiares debido a la incompetencia del gobierno para proveer adecuadamente a los hospitales y médicos los suministros y recursos necesarios. La mala economía del Líbano y la escasez de dólares significaban que los hospitales no podían permitirse importar medicamentos y otros suministros básicos a la luz de la pandemia de COVID-19.

¿Cómo podrían usar gases lacrimógenos contra personas que ya habían llorado humilladas por sus condiciones de vida? Personas que lloran por la noche debido a la imposibilidad para mantener a sus familias. Personas que tienen que vivir con una inflación del 200%, lo que significa que no pueden permitirse comprar comida para sus hijos.

¿Cómo podrían usar gases lacrimógenos contra personas que ya habían derramado lágrimas de frustración por la falta de electricidad? Personas que se habían visto sumidas en la oscuridad física y metafórica debido a la escasez de combustible en el país, lo que significa que los apagones de 22 horas son una normalidad en la vida libanesa. Personas que tuvieron que soportar el desplome del nivel de vida que resultó directamente de la incapacidad del gobierno para acabar con las 'mafias de los generadores' que colmaban el país, lucrando con el trabajo de los padres y las madres que necesitaban electricidad para calentar la leche de sus hijos antes de dormir.

¿Cómo usar gas lacrimógeno en una población que ya se había quedado sin lágrimas por llorar de fatiga? Personas que habían trabajado durante horas, pero que habían recibido tan poco que no podían permitirse el lujo de poner la cena en la mesa.

¿Cómo podrían usar gas lacrimógeno en personas cuyos ojos ya se habían humedecido por los químicos y toxinas de la crisis de la basura de 2015? Personas que habían caminado entre montañas de basura y nadaban en playas donde las aguas residuales eran bombeadas al mar, comprometiendo la salud de los residentes y el medio ambiente.

Y así, el recurso del gobierno libanés a la fuerza como su principal mecanismo de respuesta sólo puso de relieve las mismas razones por las que su pueblo se rebelaba. La incompetencia y negligencia de los gobiernos fueron la causa directa de la miseria libanesa.

 

La visión libanesa

Las manifestaciones de octubre tenían un objetivo claro: un llamado a un cambio fundamental y a la justicia. En la base misma de estas demandas estaba el desmantelamiento del sistema de gobierno político sectario del Líbano, fundado en el Acuerdo de Taif en 1989. El sistema que ha consagrado un sistema político basado en sectas, que asigna la responsabilidad política sobre la base de la religión más que del mérito. En cambio, los libaneses han desarrollado una visión diferente del Líbano. Un Líbano para el pueblo. La revolución de octubre no tenía más bandera que la libanesa. Los libaneses anhelan un país en el que los políticos no puedan explotar sus posiciones de poder y evadir cualquier noción de responsabilidad. En resumen, la Revolución de Octubre fue una petición del Líbano para que su país les perteneciera a ellos, y no así a los señores de la era de la guerra civil quienes socavan la noción de democracia y libertad.

La abrumadora unidad de los libaneses en las manifestaciones ha sido destacada. Esto enfatiza su desesperación por poner fin a la perpetua inestabilidad que los ha sumergido desde el establecimiento de la destructiva influencia Irán-Hezbollah después del asesinato de Rafik Hariri en 2005 y la guerra de julio de 2006. El apoyo financiero, político y militar de Irán a la milicia de Hezbollah es amenazador. Su poder supremo en el país y su posesión incontrolada de armas ha llevado directamente a la inestabilidad que ha enloquecido a la población libanesa. Conocido como el "Estado dentro del Estado", Hezbollah ha sido dotado de un velo de invencibilidad que ha debilitado al país. Los libaneses piden un Líbano libre del dominio iraní y del control asfixiante de la milicia de Hezbollah que controla la política, la economía y los asuntos exteriores del país sin ningún sistema de rendición de cuentas.

Tales demandas no son nuevas. Son sorprendentemente similares a las demandas iraquíes de que se ponga fin al apoyo iraní al corrupto y peligroso partido Dawa y al grupo militante Hashd al-Shaabi en su propio llamado a la Revolución de Octubre. Sus sociedades altamente segmentadas y política sectaria que han dado lugar a constituciones de poder compartido y pactos políticos supuestamente destinados a mantener la paz, pero que han resultado en corrupción e inestabilidad. El sistema libanés de asignar un presidente maronita, un primer ministro sunita y un presidente del parlamento chiíta ha resultado en un gobierno disfuncional que no proporciona electricidad, no administra de manera responsable los presupuestos estatales y no proporciona empleo a sus jóvenes. Tanto los libaneses como los iraquíes sufren el mismo dolor. Mientras los manifestantes libaneses marchaban por la Plaza Mártir, alzaron la bandera iraquí y devolvieron un saludo a Bagdad, que también se levantó contra las armas de Irán. De la mano, el pueblo gritó contra el sectarismo y el terrorismo iraní. De la mano, clamaron por un estado civil.

La demanda de la gente no puede ser más clara. Es hora de desmantelar estos sistemas elitistas y crear una nación para el pueblo. Una nación que no tiene bandera más que la bandera libanesa. Una nación en la que los líderes gobiernan por méritos y no por conexiones. Es primordial que se conceda a los libaneses lo que les corresponde fundamentalmente antes de que Irán y Hezbollah los aplasten hasta someterlos.

Además, con la llegada de la pandemia de COVID-19, los problemas preexistentes en el Líbano se agravaron. Una lira que se desplomaba, una inflación vertiginosa y un desempleo en aumento, todo combinado con la aparente indiferencia del gobierno, significaba que la COVID-19 era solo un factor más que se sumaba a las dificultades libanesas. Su perseverancia frente a la adversidad solo resalta su pura desesperación. Su compromiso de mantener el impulso de su causa durante la pandemia no debe constituir un motivo de culpa. En cambio, esto enfatiza que sus derechos sociales, económicos y políticos continúan siendo violados y socavados durante este tiempo turbulento.

En respuesta a la COVID-19, el estado libanés capitalizó la pandemia usándola como una razón para enviar a la gente a casa y reprimir su derecho a hablar sobre la corrupción estatal.

La explosión en Beirut: la detonación de la bomba de tiempo

Casi un año después del comienzo de la Revolución de Octubre, la ineptitud del gobierno para proteger a su pueblo se manifestó una vez más. El 4 de agosto de 2020 es un día arraigado en la historia libanesa. Un día en el que la asombrosa ineptitud de los funcionarios libaneses devastó la ciudad de Beirut con la mayor explosión no nuclear de la historia. ¿Su causa? No estaba destinado a suceder. Podría haberse evitado. Se podrían haber salvado vidas. Sin embargo, la corrupción y negligencia del gobierno libanés provocó una vez más la angustia de su población y la violación de sus derechos fundamentales.

La causa de la explosión de Beirut aún no se ha investigado. Sin embargo, lo que es incuestionable es que fue una consecuencia directa de la negligencia y la corrupción de los funcionarios libaneses que habían sido advertidos del almacenamiento inadecuado de un arsenal masivo de productos químicos explosivos en el corazón de Beirut. Sin embargo, no se hizo nada. Durante seis años, el gobierno libanés se sentó consciente de que el corazón de su ciudad late con químicos mortales. Durante seis años continuó con sus trámites diarios, sabiendo que la amenaza de 2.750 toneladas de nitrato de amonio se cernía sobre su gente, a pesar de que sus funcionarios estaban advertidos.

Algunos dicen que la detonación fue un accidente, otros dicen que fue deliberada, el resto dice que fue un sabotaje. Cualquiera sea la causa, la realidad sigue siendo más clara que nunca. El mero almacenamiento de explosivos tan mortíferos en medio de la civilización del país es en sí mismo un crimen del que los dirigentes deben rendir cuentas. Uno a uno. Político por político. Kellon Yaani Kellon.

Si bien el presidente, Michel Aoun, dijo que no tenía nada que ver, miles de personas lamentaron la pérdida de sus seres queridos. Como el primer ministro en ese momento, Hassan Diab, afirmó que era inocente en el conocimiento de tales explosivos, Líbano lamentó la muerte de más de 200 personas y 6000 civiles heridos. Mientras Hassan Nasrallah, el líder de la influyente milicia de Hezbollah y al que muchos llaman el "Estado dentro de un Estado", afirmó con total insensibilidad que sus armas no estaban almacenadas en el puerto, contrariamente a las predicciones de muchos otros analistas, miles de civiles rebuscaron por las calles de Beirut para buscar a sus seres queridos entre los escombros que los envolvieron.

Son precisamente estas mentiras y la falta de rendición de cuentas las que llevaron al Líbano a caer de rodillas.

La explosión de Beirut sintetizó el terrible efecto que la pura negligencia e incompetencia del estado libanés tuvo sobre civiles inocentes. Tras las explosiones, los manifestantes tomaron las calles una vez más. Esta vez, sin embargo, las protestas que alguna vez estuvieron llenas de alegres canciones y risas se convirtieron en una vehemente exigencia de rendición de cuentas y renuncia de todos los funcionarios del gobierno libanés. La respuesta del gobierno libanés fue una vez más recurrir a tácticas violentas que violan los derechos humanos. Las fuerzas de seguridad libanesas utilizaron fuerza excesiva y, en ocasiones, letal contra los manifestantes que salieron con el corazón ensangrentado por la pérdida de sus seres queridos. Se dispararon munición real, perdigones de metal y proyectiles de impacto cinético, como pelotas de goma, contra los manifestantes, incluidos los trabajadores de la salud. La policía desplegó cantidades excesivas de gas lacrimógeno, incluso en los puestos de primeros auxilios. Las fuerzas de seguridad también arrojaron piedras a los manifestantes y los golpearon. En lugar de dar una mano a su gente que todavía estaba saliendo de los escombros, las fuerzas de seguridad del Líbano cerraron el puño y golpearon a los manifestantes.

Revisión política: nada más que cambios superficiales

La dimisión del gobierno libanés tras la explosión de Beirut fue sólo un pequeño paso en la dirección correcta. Pero no es suficiente. Desde entonces, ha quedado claro que los derechos de los libaneses apenas están en la agenda de los funcionarios libaneses. Sin embargo, ha quedado claro que el estado libanés no está interesado en el cambio fundamental que exige su pueblo. El enfoque de Michel Aoun de toda la situación ha sido desinteresado e indiferente. En un momento que exige un liderazgo fuerte y unidad, solo ha proporcionado una solución concreta a su pueblo: decirles que emigren si no están contentos con la situación en el Líbano.

La renuncia de Hassan Diab fue simplemente un yeso temporal colocado sobre una herida que sangraba. La incapacidad de lograr que los líderes rebeldes del Líbano acordaran un nuevo gobierno y resignaran sus poderes sectarios por una reforma política fue evidente en la renuncia de Mustapha Adib, el primer ministro designado tras la explosión. Los partidos chiítas más grandes del Líbano, específicamente el movimiento Amal y Hezbollah, todavía tienen la ventaja en la política y la economía en el Líbano, debido a su influencia en muchos sectores clave, incluidos la seguridad y las finanzas, y la falta de un bloque sunita igualmente fuerte. Sus críticos dicen que, a pesar de la caída económica del país y un estado casi en bancarrota, ambos movimientos chiítas todavía se preocupan más por proteger sus propios intereses.

En medio de todo este caos, los civiles libaneses sufren las consecuencias. La perspectiva de estabilidad sigue alejándose a medida que las infraestructuras sanitarias, económicas y educativas del país siguen siendo afectadas por la agitación política.

Un año después del inicio del sueño libanés, no ha habido más que intentos superficiales de otorgar a los ciudadanos del Líbano lo que legítimamente les corresponde. Las constantes violaciones de derechos humanos continúan siendo ignoradas y el país carece de un sistema de rendición de cuentas para brindar justicia a las víctimas del Estado libanés. Este último año de revuelta no debería ser un punto más en la historia libanesa, debería ser un punto de inflexión, un punto de reforma y responsabilidad por todas las dificultades desatadas en el Estado, por su papel en todas las muertes, no solo de los cuerpos, sino también del corazón de sus víctimas.

La rendición de cuentas debe comenzar ahora. Uno a uno. Kellon Yaani Kellon.

Fotografías por: SarahbTayara/GICJ

Link al artículo original en inglés: https://www.gicj.org/topics/thematic-issues/civil-society/1907-disintegrating-hope-lebanon%E2%80%99s-call-for-stability-one-year-on-since-lebanon%E2%80%99s-october-201-revolution 

 

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