Por: Rachel Kyes

Resumen traducido al español por: Jennifer Tapia Boada

El presente artículo sobre la relación entre la trata de personas y el cambio climático, publicado en el sitio de GICJ en agosto 2020, fue traducido en el mes de febrero de 2021. El equipo editorial de GICJ considera que el contenido del referido artículo mantiene relevancia y actualidad a la presente fecha.

La trata de personas es un flagelo que afecta la vida de millones de personas en todo el mundo. Las estimaciones del número de personas que son víctimas de la trata son burdas y a menudo tergiversan las complejidades de la situación. La magnitud del problema es mayor de lo que nadie quisiera reconocer. Si bien las vulnerabilidades a la trata de personas son extensas por sí mismas, el impacto del cambio climático agrava estas susceptibilidades, haciendo que el desafío de combatir la trata de personas sea aún mayor. Ignorar las formas en las que el cambio climático y la trata se cruzan es una sentencia de muerte para todos aquellos movimientos que intentan poner fin a esta forma de explotación.

La atención que se presta a este asunto mundial ha aumentado considerablemente en los últimos treinta años. El año 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó el Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, comúnmente conocido como Protocolo contra la trata. En este Protocolo, la trata de personas se define como “el reclutamiento, transporte, traslado, albergue o recepción de personas, mediante la amenaza o el uso de la fuerza u otros medios de coerción, secuestro, fraude o engaño, del abuso de poder o de una posición de vulnerabilidad o de la entrega o recepción de pagos o beneficios para lograr el consentimiento de una persona que tenga control sobre otra, con fines de explotación”.

Existen tres elementos en los que se puede dividir esta definición: el acto, el medio y el propósito. El acto es lo que se ha hecho, es decir, el "reclutamiento, transporte, albergue o recepción de personas". Se considera traficante a la persona, grupo u organización que ha realizado el acto, independientemente de su pertenencia a la delincuencia organizada o redes de tráfico a gran escala. También es importante señalar que esta definición no requiere movimiento; un individuo puede ser objeto de trata sin tener que salir de su hogar o comunidad local. Reconocer estos factores clave puede reducir la prevalencia de percepciones erróneas comunes de que la trata constituye el movimiento a través de las fronteras de un individuo explotado por un sindicato criminal; un individuo puede ser objeto de trata por un miembro de la familia dentro de su propia comunidad, sin necesidad de movimiento.

El medio es el "cómo" de la trata de personas. En el Protocolo, esto constituye “la amenaza o uso de la fuerza u otros medios de coerción, secuestro, fraude, engaño, abuso de poder o de una posición de vulnerabilidad o de dar o recibir pagos o beneficios". No existe el requisito de que se utilicen varios o todos los medios para que una situación constituya trata de personas. Además, como señala la definición, el abuso de una posición de vulnerabilidad es un medio para la trata. Esto, como se discute en el informe, es particularmente relevante en el contexto de las vulnerabilidades causadas e impulsadas por el cambio climático.

Finalmente, el propósito de la trata de personas es el "por qué". El Protocolo contra la trata da ejemplos de las formas que puede adoptar la explotación, incluida la explotación sexual, el trabajo forzoso, la esclavitud y la extracción de órganos, pero señala que estas formas de explotación son las normas mínimas para lo que puede considerarse trata de personas. Si bien la mayor parte de la conciencia pública sobre la trata se centra en las formas de explotación sexual, la Organización Internacional del Trabajo estima que el número de personas víctimas de la trata con fines de trabajo forzoso es en realidad mucho mayor que con el propósito de explotación sexual.

También es digno de mención el artículo 3 (b) del Protocolo contra la trata, el cual señala que el consentimiento del individuo es irrelevante si alguno de los medios descritos en la definición ha sido usado. Por ejemplo, las personas que enfrentan pobreza extrema o amenazas a su seguridad pueden dar su consentimiento a situaciones que reconocen como explotación, con el propósito de mantener a los miembros de su familia. Incluso si la persona dio su consentimiento, esto todavía se considera una situación en la que se produce la trata, y la responsabilidad recae en el traficante.

 

Vulnerabilidades a la trata

En el contexto de la trata, el término vulnerabilidad debe considerarse a través de un lente amplio e inter-seccional. Asumir que la vulnerabilidad se equipara únicamente con la pobreza es una tergiversación y una minimización de los factores que contribuyen a la trata. La vulnerabilidad es el resultado de las desigualdades dentro de una sociedad, incluida la desigualdad en el acceso a la protección y servicios gubernamentales.

La pobreza, la condición de migrante, la inseguridad, la desigualdad de género y las formas de discriminación por motivos de raza, etnia, orientación sexual, etc. son todas vulnerabilidades a la trata. Estas se manifiestan de diferentes maneras para diferentes individuos, pero la base subyacente es la misma: alguien que está experimentando una o más de estas vulnerabilidades tiene más probabilidades de convertirse en víctima de la trata de personas. Los traficantes apuntan a personas que exhiben estas vulnerabilidades o explotan mano de obra cuando se enteran que un empleado tiene una vulnerabilidad específica que disminuye su probabilidad de irse o buscar asistencia policial, como la condición de un inmigrante indocumentado.

 

Cambio climático y trata de personas

El cambio climático agrava estas vulnerabilidades. A medida que el planeta se calienta y el medio ambiente natural comienza a responder con la reducción de los desiertos y el aumento de los océanos, la vida humana se ve amenazada.

Los desastres repentinos como las inundaciones extremas o los incendios forestales prolongados y cada vez más frecuentes provocan un desplazamiento a gran escala dentro de una región o comunidad en particular. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente ha descubierto que, durante situaciones de desastre ambiental, los casos de trata pueden aumentar entre un 20 y un 30 por ciento. Esto se debe en parte a la agravación de vulnerabilidades como la pobreza o la falta de vivienda y medios de vida debido al desplazamiento, lo que puede llevar a las personas a buscar o aceptar trabajos que tradicionalmente no tomarían, debido a la necesidad de sobrevivir.

Sin embargo, este tipo de desastres también tienen un impacto en la demanda de personas víctimas de la trata, particularmente en la forma de una mayor demanda de mano de obra. Tras el huracán Katrina, el cual azotó partes del sur de los Estados Unidos en 2004 y causó daños devastadores, se traficaron personas hacia Nueva Orleans y a lo largo del Golfo de México para fines de explotación laboral en el proceso de reconstrucción. En este caso, empresas de contratación explotaron la situación migratoria de los trabajadores confiscando visas y documentos oficiales, dejándolos vulnerables a arrestos y deportaciones. Las autoridades federales, estatales y locales no abordaron estas situaciones mientras ocurrían debido a la crisis, y facilitaron pasivamente la trata al suspender las leyes laborales durante la emergencia.

Las interrupciones a largo plazo, como las sequías recurrentes, también cambian los patrones de movimiento. Las fuentes de ingresos se pierden cuando las granjas no pueden cultivar debido a las condiciones ambientales cambiantes, por lo cual las personas se ven obligadas a abandonar sus hogares para buscar trabajo, comida o agua. Este desplazamiento debido a una necesidad inmediata es uno de los efectos más drásticos del cambio climático, aunque poca atención se presta a los "refugiados climáticos" u otras personas que migran. Los migrantes son particularmente vulnerables a la trata porque a menudo han perdido conexiones con las estructuras de apoyo y pueden carecer de los medios para adquirir un estatus legal, acceder a los servicios sociales y obtener un empleo legítimo.

El cambio climático es una fuerza desestabilizadora que extrema las amenazas a la seguridad humana y conduce al desplazamiento. El cambio climático empeora las tensiones dentro de sociedades, las cuales recaen sobre líneas económicas, políticas, religiosas o étnicas, especialmente entre poblaciones ya vulnerables. Esto ocurre porque aumenta la competencia por recursos limitados como la tierra y el agua, lo que fomenta las divisiones entre grupos sociales que luego pueden conducir a la inestabilidad o conflicto. La inseguridad es un factor que impulsa la migración, y las personas que huyen de la violencia pueden correr un mayor riesgo de explotación porque tienen una mayor necesidad de abandonar su situación actual. En palabras del Secretario General de la ONU, Antonino Guterres, el cambio climático aumenta la "desesperación que permite que prospere la trata de personas".

También existe un nexo entre quienes son más vulnerables al cambio climático y quienes tienen un mayor riesgo de convertirse en víctimas de la trata de personas. Las mujeres, especialmente las mujeres de color y las mujeres indígenas, son las más afectadas por el cambio climático debido a la discriminación en la intersección de género y raza / etnia. Miembros de la población LGBT y otros que viven fuera de marcos heteronormativos y cisgénero, también son cada vez más vulnerables a los efectos del cambio climático debido a su acceso diferencial a recursos, oportunidades y poder de decisión, debido a la discriminación.

La reducción de oportunidades ya limitadas y el aumento de amenazas a la seguridad de estas poblaciones debido a la degradación ambiental intensifica aún más las vulnerabilidades a la trata de personas.

 

¿Qué se debe hacer?

Es necesario tomar una serie de medidas para abordar las amenazas que el cambio climático impone a las poblaciones vulnerables y el impacto que estas amenazas pueden tener en la trata. En primer lugar, la comunidad internacional debe tomar medidas drásticas para reducir los gases de efecto invernadero y otros contaminantes ambientales para reducir el calentamiento descontrolado del clima. Las vulnerabilidades solo empeorarán a medida que el entorno físico empeore debido a la acción (o inacción) humana. Las comunidades también deben tomar medidas para adaptarse al cambio climático, ya que reducir las emisiones de carbono ya no es suficiente.

Dados los estrechos vínculos entre el desplazamiento, la migración y el cambio climático, es necesario tomar medidas para abordar la movilidad de quienes se ven amenazados por el cambio climático, específicamente aquellos que se ven obligados a abandonar sus comunidades debido a los efectos directos o indirectos de la degradación ambiental. Cuando los migrantes y refugiados son estigmatizados y sujetos a grandes barreras para cruzar las fronteras, pueden ser víctimas de la trata más fácilmente, ya que carecen de apoyo y pueden estar dispuestos a utilizar medios más drásticos para migrar. Tanto la comunidad internacional como los estados individuales deben tomar medidas para abordar los derechos y libertades de los migrantes y refugiados. Cuando el cambio climático obliga a las personas a abandonar sus hogares y comunidades, deben ser recibidas con los brazos abiertos y apoyo, no con hostilidad y desconfianza.

Además de hacer que las políticas que permitan a los migrantes y refugiados una mayor libertad de movimiento, es necesario proporcionar servicios específicos para migrantes y refugiados, garantizando que no caigan en situación de vulnerabilidad. Instituciones gubernamentales que ya brindan este tipo de servicios de apoyo, como la asistencia para el reasentamiento y el bienestar específico para refugiados y migrantes, deben fortalecerse para garantizar que tengan la capacidad de proveer y proteger a estas poblaciones mientras el cambio climático continúa expulsando a las personas de sus hogares.

Además de ofrecer servicios para personas desplazadas, se deben tomar medidas específicas para abordar las vulnerabilidades que pueden conducir a la trata dentro de las comunidades, particularmente dentro de poblaciones vulnerables a los efectos del cambio climático. Por ejemplo, los agricultores de la región del Sahel en África occidental son vulnerables a perder todo o parte de sus ingresos debido a la desertificación. Para abordar este problema y prevenir un mayor desplazamiento, se deben proporcionar programas de capacitación para estas poblaciones a fin de proporcionarles empleos en los sectores productivos y ecológicos de la economía. Se debe priorizar la capacitación y el empleo de las personas en fuentes de energía renovable, así como programas que fomenten comportamientos amigables con el medio ambiente, como la plantación y cuidado de árboles naturales de hábitats específicos.

Solo con el apoyo adecuado, las comunidades podrán hacer frente a los efectos del cambio climático, y los impactos ambientales que lo acompañan. Se necesitan plataformas de intercambio de conocimientos y redes de colaboración para promover mitigaciones. Las Naciones Unidas y organizaciones regionales deben asumir un papel de liderazgo en esta área, encabezando los programas de regulación y adaptación para apoyar a las comunidades más vulnerables.

 

Conclusiones

El cambio climático es el problema más urgente de la vida moderna. Este provoca hambruna, aumenta el riesgo de conflictos y desplaza a miles de personas de sus comunidades. En palabras del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, “[e]l mundo nunca ha visto una amenaza a los derechos humanos de este alcance. Ésta no es una situación en la que ningún país, institución o formulador de políticas pueda quedarse al margen. Las economías de todas las naciones; el tejido institucional, político, social y cultural de cada Estado; y los derechos de todo tu pueblo, y de las generaciones futuras, se verán afectados ".

GICJ reconoce la urgente necesidad de replantear el punto de vista sobre el cambio climático y la trata de personas. La comunidad internacional, dirigida por las Naciones Unidas, debe reconocer y seguir presentando tanto el cambio climático como la trata de personas como amenazas a los derechos humanos de las personas en todo el mundo. GICJ acoge con satisfacción los esfuerzos del Relator Especial sobre la trata de personas para enmarcar el tema de la trata dentro de una narrativa de derechos humanos. Solo reconociendo que la trata de personas nunca podrá eliminarse por completo mediante solo un enfoque basado en la aplicación de la ley, sino también un enfoque basado en los derechos humanos, se podrán lograr avances en la materia, aceptando así que las políticas migratorias excluyentes y prohibitivas exacerban las vulnerabilidades a la trata y conducen a las personas a manos de quienes buscan explotarlas.

Las vulnerabilidades a la trata de personas están estrechamente ligadas al poder: quienes carecen de poder y privilegios en una sociedad son los más vulnerables. El cambio climático exacerba estas vulnerabilidades, ya que está bien documentado que los efectos del cambio climático los sienten con más fuerza aquellos que no están a la altura de la norma. Como resultado, es necesario centrarse en abordar la intersección del cambio climático y la trata de personas para garantizar que todas las personas estén protegidos y libres.

Haga click aquí para acceder al informe completo en inglés.

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